viernes, 22 de julio de 2016

DUELO DE SOMBRAS 2


Anfitrión: Doctor Mortis



DUELO  

DE  SOMBRAS  2



En el post anterior, veíamos a Batman tratando de averiguar sobre algunos pordioseros que  habían desaparecido. Impresionado por el suicidio de uno de un callejero, se  ve  forzado  a cambiar su investigación cuando recibe una advertencia de su archienemigo Rash Al Gul: ¡El Maestro ha vuelto! Visita a Vándalo Salvaje en las instalaciones carcelarias de  CADMUS, y allí escucha una historia horrible, sobre un ser aterrador conocido como Mitros.


I

            Oscuridad. Gritos. Disparos. El dolor. Finalmente, la sensación de vacío que terminaba por consumirlo todo, por llevarse todo.

            - Señor, Bruno, ya estamos por llegar.

            Con aquellas palabras del fámulo, quien además era su chófer y amigo, Bruno Díaz salió de un intranquilo sueño.

            - ¿Está bien, amo Bruno?

            - Sí, Alfred. Es la pesadilla de siempre.

            - ¿El callejón?

            La pregunta no obtuvo respuesta.

            - ¿Cuánto falta?

            - Unos 15 minutos. Hay algo de café en el mini bar, señor. Tal vez lo despeje.

            Mientras Díaz disfrutaba del aroma y sabor de un reparador café colombiano, pasó revista por enésima vez a su entrevista con el criminal conocido como Vándalo-Salvaje. Sobre todo lo inquietaba la última parte.

            - ¡500 años!

            - Así es, Bats. Lo vi otra vez en los restos de la desastrosa batalla de Thuron, a las afueras de Antioquía ¡Memorable y ruinosa batalla! Yo estuve del lado perdedor, ¿sabes? Luego de 3 días de asedios y enfrentamientos, los malditos romanos nos hicieron pedazos. Cuerpos sobre cuerpos, sangre a borbollones remecida por los últimos suspiros de algún infortunado. Allí, debajo de innúmeros cadáveres, me escondí de las hordas vencedoras. Ya sabes que no temo a la muerte, pero no busco el dolor gratuito, y créeme que los romanos eran expertos en formas horrendas de provocarlo. Sobrevivir no era precisamente tan deseable en semejantes circunstancias.

             Horas después del último enfrentamiento, con solo el ruido que las aves de rapiña hacen cuando desgarran un cuerpo, decidí que ya era hora de salir de mi escondite. Era de día, Bat, el calor levantaba un hedor insoportable, mientras voraces bichos ya comenzaban a llenar el ambiente. Con mucho esfuerzo logré abrirme camino hasta el exterior, para contemplar cómo una carnicería brutal cubría la superficie hasta donde mis aturdidos ojos podían ver. No me detuve a meditarlo, tenía que salir de allí. Fue entonces cuando escuché unas voces. No logré reconocer el idioma, a pesar de dominar muchísimos. Me acerqué a una pila de soldados desmembrados donde seguramente pasaría inadvertido. Las siluetas no me parecieron de legionarios, sino de médicos, arpías inhumanas, listos siempre para apoderarse de alguna víctima a medio morir para provocarle mayores males que la guerra. Estaba preparado para enfrentar a este grupo cuando lo vi. Allí paseándose como un gobernante entre sus mutilados súbditos, un rey horrible, monstruoso, caminaba entre los muertos, como revisando un ejército dispuesto. Lo vi, Batman, lo vi, era él, no cabía duda alguna; su pavorosa figura, su insultante superioridad, era él, Mitros, pero ahora convertido en un ser cuyo rostro mostraba la corrupción a la que alma había llegado. Ignoro por cuáles medios ese demonio había logrado llegar a sobrevivir 500 años más, pero su rostro desfigurado, maldito, me mostraba los pactos nauseabundos que sin duda había realizado con oscuridades más allá de nuestra comprensión.

            ¿Qué debía hacer? La ira, el deseo de venganza, el odio me impulsaba a levantar mi espada y atravesarlo tantas veces como lo había soñado. La prudencia me convenció de seguir oculto, en el mayor de los silencios. El dilema no lo resolví yo, la encrucijada me fue arrebatada por la Bestia. Sí, Batman, Mitros se detuvo un momento y oliendo, identificando a través de la podredumbre que ya se levantaba en el campo de batalla, dirigió su espantoso nuevo rostro hacia mí. De entre todos los cadáveres alrededor, él logró verme, logró notarme. Sonrió dejando ver una dentadura blanca, perfecta, coronada de labios tan secos que estaban a punto de desprenderse de su rostro. Levantó una mano en señal de autoridad y dijo:

            - ¡Levantaos, hijos míos, tomad lo que es vuestro!

Y entonces, lo juro Bat, no miento, algunos cadáveres comenzaron a moverse, a levantarse, ¡A caminar! ¡A gemir! Y se dirigían hacia mí.

La energía que guardaba mi cuerpo me hizo reaccionar, me desprendí de todo lo que podía obstaculizar mi escape y me abrí paso entre la muerte que me rodeaba. Aquellos seres que alguna vez fueron humanos, venían siguiéndome muy de cerca. Otros comenzaron también a levantarse. Me di cuenta que si no ponía todo mi empeño terminaría en las horribles garras de Mitros, cuya locura ya conocía bien. Así que corrí sin mirar a atrás, corrí, corrí tanto que sólo cuando las fuerzas ya me faltaron totalmente, me dejé llevar por el cansancio derrumbándome. Desperté en un campamento, donde me atendieron hasta que pude huir de allí.

Nunca más he vuelto a verlo, aunque supe de él cuando me encontré con Rash Al Gul hace 200 años. Solo el señor de la Liga de las sombras puede contarte su experiencia con el monstruo.

            - Ha desaparecido. Me informó de una señal recibida desde el Pacífico sur y de “La Cofradía”.

            - Entonces es verdad. El Maestro ha vuelto y todos estamos perdidos.

El justiciero dejó al inmortal sumido en una profunda tristeza. Lejos de hallar luz en las palabras de Vándalo Salvaje, la oscuridad se hizo más inmensa todavía.


II

            La reunión semestral de avance de Empresas Díaz, solía ser uno de los momentos más esperados por Bruno Díaz, accionista principal. El imperio que le habían dejado sus padres se mantenía gracias a los proyectos que allí se mostraban. A pesar de su doble vida, estaba al tanto de varios de ellos, en especial de uno, cuyo gestor estaría presente y a quien tenía muchas ganas de conocer.

            - ¡Bruno! – llamó su atención su fiel amigo Lucius Fox –, déjame que te presente al profesor James Hals.

             Los dos hombres se estrecharon las manos.

            Hals era un hombre mayor, bien conservado para sus 75 años. Tez blanca, ojos brillantes, calva elegante y voz profunda.

            - Señor Díaz, ¡qué placer! Al fin conozco al hombre detrás del dinero.

            - El dinero es solo una parte de lo que somos, lo que de verdad nos importa son los beneficios para la humanidad. Esa era la visión de mi padre.

            - Visión que Bruno trata de mantener a toda costa – dijo Fox.

            - Fue eso lo que me llevó a aceptar el financiamiento de Empresas Díaz y rechazar a Lexcorp.

            - Tiburones hay en todos lados
.
            Les trajeron algunos aperitivos que se sirvieron con alegre fruición.

            - Su proyecto, profesor Hals - prosiguió Díaz-, me interesó de inmediato. Imagínese, la reanimación de células muertas para que sigan realizando funciones de mantenimiento en organismos vivos. Es brillante.

            - Lo será si lo logra, como lo esperamos – agregó Fox.

            Hals consumió un bocadillo y dijo:

            - Siempre he reconocido que el mérito no es del todo mío. La primera vez que oí de semejante idea y de algún procedimiento que lo hiciera posible fue en universidad de Ciudad Central, en una singular conferencia a cargo del doctor Tyss Morgan.

            - Leí que fue desprestigiado por sus colegas hace 50 años. Sus propuestas eran inquietantes.

            - Señor Díaz, lo que hace 50 años era “inquietante”, hoy lo llamamos “visionario”.

            - ¿Qué fue de él?

            - Lo ignoro, señor Fox, le perdí la pista casi de inmediato. Nunca más publicó. Imagino que habrá muerto.

Los interrumpió una llamada al móvil de Bruno Díaz:

            - Disculpen, ¿qué pasa, Alfred?

            - Debería asomarse a la ventana, señor. Algo ocurre en el edificio del frente.

            El joven millonario se acercó al gran ventanal de la sala de eventos de su edificio, seguido por varios presentes que notaron su rostro de preocupación. Lo que vieron los estremeció.

            - Rápido – dijo Fox- llamen a la policía o avisen a los bomberos.

Justo frente a sus ojos, en el viejo edificio situado a un costado de la fachada de Empresa Díaz, una mujer, anciana, harapienta y sucia, de pie en la cornisa de la azotea parecía estar a punto de lanzarse a la calle. En la mente de todos se dibujó la consecuencia de estrellarse en el pavimento desde una altura de 20 pisos.

            Mientras todos marcaron algún número desde sus móviles, Díaz observó atentamente a la anciana. Su entrenada observación la recorrió en segundos sacando el perfil de la mujer. A pesar de su aspecto, se dibujaba en su rostro una paz imposible, enferma, que inquietó mucho más al empresario que todo el resto de la escena.

            Desde lejos se comenzaron a escuchar las sirenas de la policía. Bruno supo que ya era tarde, pues vio dibujarse en la cara de la mujer la pétrea máscara de la decisión. Apareció un helicóptero de algún canal de televisión trasmitiendo para toda la ciudad esta locura que rompía la rutina de la más oscura ciudad del mundo. La mujer cerró los ojos, movió los labios, como haciendo una oración y, tranquilamente, se lanzó.

            Bruno se la quedó mirando con frialdad mientras caía. Solo unos segundos y el cuerpo de la mujer se golpeó con el duro suelo de concreto con el impacto de 200 veces su propio peso. Es posible que antes de llegar al suelo ya estuviera muerta de asfixia. Abajo, los gritos, las maldiciones, algún sádico filmando el cuerpo o fotografiando el evento para su diversión. Algún policía alejando a los curiosos y alguna madre evitando que su hijo contemplara la terrible escena. Nada más.

             Bruno Díaz, se volvió a los invitados y señaló tranquilo:

            - Bueno, señoras y señores, ya todo está en manos de la policía así que nosotros sigamos en lo nuestro.

             El anfitrión debía mantener su imagen de frío y despreocupado para que ni de lejos lo relacionaran con su alter ego.



III
            - Raven, ¿estás segura?

            La profunda voz del justiciero sonaba ansiosa y decepcionada.

            - Sí, Batman – recalcó por el enorme visor de la bat-cueva, la bella hechicera, amiga y aliada en su lucha contra el crimen-, lo he consultado con todos mis contactos y nadie sabe decirme ni palabra del tal Mitros. Incluso le pregunté a Destino, y ni el antiguo Amo del Orden supo darme una respuesta. Un ser como el que describes es imposible que haya pasado inadvertido para magos y hechiceros de todos los tiempos. Si Vándalo Salvaje tiene razón, te enfrentas a una de las figuras más peligrosas de la historia.

            - Está bien, Raven, si sabes algo, comunícate de inmediato.

            -Lo haré y… ¡ten cuidado, Bat!

            La imagen desapareció.

            Cerró los ojos, se acomodó en su sillón y apoyó la cabeza en la mano derecha para pensar.

            ¿Quién demonios era el tal Mitros y cómo se relacionaba con la desaparición de los pordioseros?

            Sus pensamientos fueron interrumpidos por el aviso del comunicador.

            En el visor apareció la imagen de un rostro sin rostro:

            - ¿Qué pasa, Pregunta? ¿Hallaste algo?

            Pregunta, el aliado de Batman experto en conspiraciones, comenzó diciendo:

            - Tengo información y francamente, si los tuviera, tendría los pelos de punta.

            - Habla, pues.

            - Me encargaste investigar a la Cofradía, pues resulta que no hay nada de ellos por ninguna parte. Podría decirse que no existen. O son una organización fantasma o de verdad son tipos con un poder de camuflaje aterrador. Lo último que se supo de ellos fue hace más de 50 años cuando su líder desapareció en extrañas circunstancias.

            - ¿Qué tan extrañas?

            - ¡Muy extrañas! Este tipo, de quien no se sabe nada, parece que fue el responsable de los brotes “Z” que asolaron Europa después de la Segunda Guerra Mundial.

El Señor Nocturno se acomodó en su sillón para responder:

            - Pero dichos brotes fueron producto del escape de un virus experimental de un laboratorio en Budapest. Se buscaba la forma de que un virus lograra sanar tejido afectado por el cáncer.

            - Pues parece que la versión oficial no es tan cierta. Según lo que averigüé, se trató de crear una especie de súper soldado inmune a la muerte. Imagina la posibilidad de que células muertas pudieran reanimarse una y otra vez, manteniendo las mismas funciones que cuando estaban vivas.

Batman, abrió los ojos, impactado por las últimas palabras de Pregunta.

            - ¿Qué pasa, Bat?

            - Empresa Díaz trabaja en un proyecto similar. Hoy mismo me reuní con el científico a cargo, el profesor James Hals.

            - Juegas con fuego, Bat.

            - Hals me aseguró que la idea la escuchó de un tal doctor Tyss Morgan que precisamente desapareció hace 50 años. Es posible que la Cofradía haya raptado a Morgan y obligado a desarrollar su idea.
            - O tal vez Morgan fuera parte de la Cofradía.

            Batman guardó silencio un momento para luego proseguir:

            - ¿Qué más averiguaste?

  
          - Había un organismo secreto de científicos formado específicamente para detener a la Cofradía y a su líder. Era el C.E.E.H., o sea, Centro de Estudios Extra Humanos.

            - ¿De qué demonios me estás hablando? ¿Qué es eso de “Extra Humanos?

            - Lo mejor no termina ahí. Este grupo de hombres de ciencia, trabajaba en íntima colaboración con… ¡La Iglesia Católica!

            Hay ocasiones en que el mundo se pone al revés, cuando las reglas parecen no aplicarse y toda tu experiencia sencillamente no sirve para nada. Así se sentía en defensor de ciudad Gótica escuchando el informe de Pregunta.

            - Por alguna razón tanto el CEEH y la Iglesia unieron fuerzas para detener a este tipo y sus seguidores. Luego de que el líder fuera reducido, el CEEH desapareció, y la Iglesia guarda estricto silencio.

- ¿Sabes el nombre del líder?

- Tenía muchos alias, pero era, principalmente, conocido como ¡Doctor Sitrom!

IV

            De vuelta en la bat cueva, el hombre Murciélago revisaba cuadro por cuadro los vídeos transmitidos por la televisión acerca de la muerte de la anciana que se lanzó del edificio. Trataba de encontrar alguna pista, algún indicio que le permitiera comenzar a desenrollar esta confusa y cada vez más aterradora madeja.

            Claramente era una pordiosera. Su nombre era Clarise Jones y frecuentaba el callejón de la costa de ciudad Gótica. Se le conocía porque a todos preguntaba por su hijo, quien había muerto en la guerra. A todos pedía información, algunos dólares y cigarrillos. Dormía en la calle y no era extraño encontrarla borracha en algún parque. En general era una mujer inofensiva. Hace 30 días que nadie la veía y de pronto la encontramos en todos los canales de TV, dando el espectáculo de su vida.

            El Justiciero repasó los eventos: subió a la azotea, se acercó a la cornisa, miró un rato hacia la calle, cerró los ojos, alzó los brazos, musitó unas palabras y luego… ¡se lanzó! Con su ordenador hizo acercamientos de la anciana ¿alguna marca? ¿un aparato oculto en la ropa? ¿Una herida? ¿Y las palabras? Volvió al momento en que la mujer dijo unas palabras. Por su puesto no tenía audio, pero el entrenamiento del Hombre Murciélago en lectura de labios le dio la respuesta. Se sintió aterrado aunque no sorprendido: “- ¡Por ti, Maestro, por ti!”.

            El cansancio de las últimas noches cayó sobre él. Se sentía sobre todo impotente frente a una bestia invisible que se paseaba frente a sus narices sin poder siquiera presentirla. En su mente, cientos de imágenes se presentaban como las numerosas partes de un rompecabezas del que no tenía el modelo. Inconexos datos que parecían burlarse del más grande detective del mundo y que además lo iban minando, destruyendo poco a poco como las rémoras invisibles de una enfermedad desconocida.

            Se acercó a su pizarra de trabajo. Allí tenía distribuida la información de los casos que investigaba y que sólo tenía un punto en común: un ser milenario cuyo poder es tan grande que puede incluso reanimar a los muertos. Escribió en la columna de nombres los dos datos más significativos que puedo dilucidar: “Mitros” , “Sitrom”, “James Hals” “Tyss Morgan”…

            - Su chocolate, señor- lo interrumpió la voz del fámulo.

            - Gracias, Alfred, déjalo donde siempre.

            - Veo que está en una de esas noches en las que lo obvio se le escapa.

            -Así, viejo amigo. Las piezas están allí pero no sé cómo unirlas.

            El mayordomo se acercó a la pizarra y miró mientras el amo de la mansión Díaz disfrutaba de un sorbo del dulce brebaje.

            - Veo que las nuevas generaciones todavía juegan a los anagramas.

            Batman miró con curiosidad al fámulo.

            - Cuando era joven tuve una novia muy bella. Sus padres le tenían prohibido relacionarse conmigo así que le enviaba cartas cambiando mi nombre utilizando anagramas: Alfred, Lefrad, Daflred, Al Freddy y más.

            - Y eso ¿qué tiene ver con este caso?

            - Observe – apuntó- “Mitros” y “Sitrom” en el fondo son la misma palabra. Yo diría que “Tyss Morgan” también lo es.

            Y la luz se hizo en la mente el Justiciero. Ttecleó en su ordenador los nombres señalados.

            - Busco coincidencias basadas en las combinaciones de las letras. Creo que has dado en el clavo, Alfred.

            -Siempre es un gusto colaborar, señor. Y ya que lo veo otra vez lleno de energía, me retiro.

            Batman no escuchó las últimas palabras del sirviente. Con la rapidez del rayo tecleó algunos nombres intentando encontrar alguna conexión. Los resultados fueron perturbadores: Barón de Rom ist, profesor M. Ortiz, doctor Tormis, Parapsicólogo Tim Ross, mentalista M. S. Ryot, Conde de Stroim. Todos situados en lugares y tiempos distintos, todos, sin embargo, parecieron desaparecer hace 50 años, justo en la época en que el tal Sitrom también desapareció. Profundizando en los datos que le entregara Pregunta se percató de una siniestra coincidencia: el centro de investigación a cargo del virus que causó los brotes “Z” en Europa hace diez lustros era “Laboratorios Rythmoz” propiedad del teratólogo H. Mirthoss. Había una conexión evidente en los nombres. Este poderoso ser había intervenido directa o indirectamente no solo en los brotes “Z”, sino seguramente en muchos otros sucesos a través de la historia. No había más que seguir el rastro de cadáveres.

Toda la noche, el defensor de ciudad Gótica recabó información de hechos extraños, al menos desde tiempos bíblicos: pestes en islas remotas del océano Índico, legiones romanas perdidas en las tierras bárbaras, zonas malditas cerca del mar Caspio, testimonios imposibles sobre el ataque de “muertos” a regimientos chilenos y bolivianos en el altiplano de los Andes durante la Guerra del Pacífico, cadáveres desaparecidos de prestigiosas universidades, todos vinculados de alguna manera con alguno de los nombres que eran claros anagramas, pero ¿cuál era el original?

Lo distrajo la señal de su comunicador:

- Bat, tengo noticias -dijo la voz de Pregunta- Encontré a alguien dispuesto a ayudarnos.

- ¿De quién se trata?

- De un miembro de la Iglesia Católica que trabajó con el CEEH en el caso de Sitrom.

- ¿Cuándo?

- ¿En tres horas en el callejón de la calle 8?

-Allí estaré.

V

De camino al callejón de la calle 8 se encuentra el albergue de “La Buena Onda” donde el profesor Gustav Summers y sus estudiantes reparten algún alimento a los callejeros.

- ¿Siguen desapareciendo, profesor?

El académico, del susto, casi deja caer una bandeja de patatas.

- Deja de hacer eso, Batman, algún día vas a matarme. Y sí, siguen desapareciendo. Cada vez tenemos menos, auqnue no por eso nos sobre la comida.

- ¿Supo lo de Clarise Jones?

- ¡Por supuesto! ¿Y quién no? Salió por todos los canales. No puedo imaginar qué la llevó a semejante estado. Siempre esperaba el regreso de su hijo, la mantenía con vida.

- ¿Cómo lo tomaron lo demás?
Summers seguía repartiendo raciones que los estudiantes retiraban. La sorpresa de ver al Señor Oscuro charlando con su profesor nunca los dejaba indiferentes.

- En general están bien, aunque debo reconocer que la pequeña Luciel me tiene preocupado.

- ¿Qué pasa con ella?

- Ya sabes que no hay manera de llevarla a un hogar o por lo menos a un hospicio donde estaría mejor que en la calle. Clarise y Luciel habían conectado, ¿sabes? Se hacían bien una a la otra. Pensé que la muerte de su anciana amiga perturbaría a la pequeña pero…

- Pero ¿qué?

- Está, diría, feliz. Verás, cuando regresó hace dos semanas, luego de estar ausente, casi un mes, ni siquiera preguntó por Clarise. Recuerda, creímos que era uno de los desaparecidos, pero la descartamos cuando volvió, sin embargo no fue la misma. Mírala, ahí viene.
Una jovencita de 11 años, sucia y mal vestida, con un grasiento gorro sobre un cabello largo y mal cuidado, se acercó a la fila para recibir alguna ración. Pasó junto al Justiciero quien le dijo con suave voz:

-Lamento lo de tu amiga.

Ella se detuvo, alzó la vista para mirar a Batman y sonriendo dijo:

- Ella está bien.

-Sí, junto a Dios.

- No- respondió la niña- ¡Junto al Maestro!

El Hombre Murciélago abrió los ojos:

- ¿Qué dijiste? ¿El Maestro?

- Sí, el Maestro.

- ¿Dónde está ese… Maestro?

La niña rio con una locura aterradora:

- Él está en todas partes, él ahora está aquí. Así fue como habló con nosotras. Nos prometió la paz de los muertos, nos prometió volver a estrechar a nuestros seres queridos. Él ya viene, ya viene.

- ¿Cómo, cuándo, dónde?

- El ya viene.

Luciel salió de la fila y huyó al interior de la sombra el callejón, su risa se perdió en la oscuridad. Summer se acercó al defensor de Ciudad Gótica.

- Algo horrible está a punto de pasar, Bat.

- Me temo que ya está pasando. Tengo que irme.

La noche rodeó al encapotado y sus brillantes ojos se apagaron.

VI

Pregunta miró a su alrededor sin encontrar señales del Hombre Murciélago. De pronto:

- ¡Llegas tarde!

- Apenas 2 minutos, Batman.  Además, no me culpes, no vengo solo.

Detrás del paranoico Pregunta apreció la figura de un anciano sacerdote, alto y delgado.

- Es un honor conocerlo, herr Batman – el acento reveló su origen germánico.

- Espero que pueda ayudarnos, padre…

- Libby, padre Patrick Libby. Soy sobrino del padre Hans Libby, quien fuera uno de los mayores enemigos del Monstruo.

- Pregunta me ha dicho que trabajó usted con el C.E.E.H tratando de detener al doctor Sitrom.

Una triste sonrisa se dibujó en el rostro del clérigo.

- ¿Sitrom? Sí, claro, es uno de sus anagramas, uno de tantos.

- Por lo que he podido averiguar, posee varios nombres, muchos de los cuales se remontan incluso hasta el antiguo Egipto.

- Y aún más allá.

- ¿Es el mismo individuo o se va pasando el manto del “Monstruo”, como usted le llama, de una generación a otra?

- Es la misma entidad, herr Batman, es la misma Cosa que nos ha atormentado por siglos, buscando solo una cosa: la destrucción de la vida.

- He consultado a los mayores hechiceros y nadie supo decirme quién era este Sitrom o Mitros o Stroim…

- ¿Hechiceros? Me temo que esto supera a sus magos, herr Batman, esto está en el dominio de la ciencia y la religión. En todos los milenios que lo hemos combatido, el único depredador que sabemos que tiene es Dios. Solo Él puede derrotarlo en el plano espiritual. Y nosotros en el material.

            Pregunta intervino:

- ¿Significa que debemos enfrentarlo con cruces y estacas? ¡Entonces es un vampiro!

- Es eso y más, herr Pregunta. Él es el origen de todas esas aberraciones, de todos los engendros que conocemos como “monstruos”.

- Entonces, ¿es un demonio?
- No, herr Batman, no en el sentido convencional de la palabra. Sabemos que utiliza recursos del Maligno, pero no le sirve, podríamos decir que es algo así como un socio que tiene algunos objetivos en común con el Ángel Caído. Por ejemplo, tienen el mismo enemigo.  

- Esto es completamente nuevo, se sale de todo lo que conocemos, pero… ¡qué demonios pasa allí!

El colaborador de Batman apuntó a la calle. Al otro lado de la acera se podía ver una niña que los miraba, como sabiendo que se hallaban ocultos en el callejón.

- ¡Luciel!

La niña extendió sus brazos, presentó sus palmas en señal de entrega y dijo:

- ¡Por ti, Maestro!

Y ante los impotentes ojos de los tres hombres, la niña dio un paso adelante hacia la calle cuando un enorme camión de carga acertaba a pasar. La arrastró más de 20 metros antes que el conductor pudiera frenar.
           
Frente a la conmoción llegaron los mirones de siempre, y alguien acertó en dar aviso a la policía. El conductor se hallaba totalmente choqueado. Batman llegó en solo segundos:

- Te lo juro, Bat, no la vi. De pronto se lanzó a la calle como si estuviera dormida.

- Lo vi todo, eres inocente.

Cuando llegó la primera patrulla, el Hombre Murciélago contó lo sucedido. Cuando trataron de tomarle declaración, él ya había desaparecido.

De vuelta en el callejón, preguntó con furia, al viejo sacerdote:

- Si todos los nombres que conocemos son anagramas, ¿cuál es el original? ¿Cómo se llama este ser abominable!

- Su nombre – dijo el padre Libby- es ¡Mortis!


Continuará...


sábado, 16 de julio de 2016


Anfitrión: Infinata



Comentario Literario 

de

INFINATA

 UN LIBRO ACERCA DE OTRO LIBRO

Irving Wallace
Hace unos meses llegó a mis manos un montón de libros de los temas más variopintos. Entre ellos, llamó particularmente mi atención un título sugerente: “La Creación de una novela” del escritor gringo Irving Wallace. De lejos tenía alguna noción de este autor, así que lo aparté para leerlo en su momento. Y así fue, los viajes de metro me dieron la oportunidad de revisar este entretenido libro que pasó a comentar.

El Contexto

El autor nos cuenta cómo escribió uno de sus principales best sellers “El Premio” que trata acerca de la entrega de los premios Nobel. Fueron casi 15 años entre la gestación y la publicación, entre la aparición de los primeros rasgos de una historia interesante y la recepción de la versión con tapa dura que llegó hasta su hogar.


Sin embargo, lo que de verdad me atrapó del libro fue el recorrido personal del autor, sus técnicas de investigación, su creación de personajes, su diseño del relato, su disciplina de trabajo, sus convicciones personales y, sobre todo, el gran amor que profesaba por su arte. Sin duda, es un libro insustituible para cualquiera que trata de entrar en el mundo de la literatura.


Según el autor, todo comenzó en 1946, en uno de sus viajes a Estocolmo haciendo investigaciones para artículos destinados, entre otras, a revistas como el Rider’s Digest. Fue allí donde conoció al controvertido doctor Sven Hedin, científico y nazi, quien además era juez de los premios Nobel. Entre las muchas entrevistas, con nombre y apellido, este juez de ochenta años le contó algunos entre telones más o menos sabrosos que uno no se imagina de los jueces del máximo premio concedido a un ser humano. Por ejemplo, la mayoría de los jueces estaban en contra de Pearl Buck, pero él y Selma Lagerlöf se encargaron de convencerlos. Le contó del antisemitismo de uno de los jueces lo que atrasó la elección de Einstein. Y de cómo la fascinación de Hjalmar Gullberg por los versos de Gabriela Mistral lo llevó a convencer a todos para otorgárselo a la chilena en vez de a Hesse, Romains, Croce y otros. De hecho, el mismo poeta tradujo al sueco los poemas de la poetisa para terminar de converselos a todos.


No puedo dejar de transcribir la respuesta de Hedin dio a Wallace acerca de ‘aquellos quienes nunca ganaron el Nobel’:


“          ...él me preguntó a qué autores me refería. Bien, dije yo, en primer lugar, Máximo Gorki.
- ¡Ah! Murió demasiado pronto. Su nombre figuró varias veces; al fin hubiera llegado a conseguirlo.
- Y, ¿qué me dice de H. G. Wells?
- Poco importante, y demasiado periodístico.
¿Y James Joyce? ¿qué podía decirme de James Joyce? El Dr Hedin pareció desconcertado:
-¿Quién es ese?”

Con semejante material, Irving Wallace se dio cuenta que tenía oro entre las manos.

Destacar de este libro de Wallace es el método de trabajo que nos describe. Por ejemplo, por cada personaje hizo una biografía de por lo menos 5 carillas, a fin de no ser sorprendido en ningún momento de la historia en cuanto a los datos que puede dar sobre los mismos. Construyó una descripción exhaustiva de los lugares donde iban a desarrollarse los eventos, señalando incluso el clima del lugar. Escribió un resumen de cada uno de los capítulos y fue modificando los datos en la medida que la historia lo requería. Hizo sendas investigaciones sobre los procedimientos de entrega del Nobel, para lo que estuvo viajando varias veces a Suecia. Estableció un horario de trabajo a la vez que una cantidad específica mínima de palabras por día de las que podrían escribirse más, pero nunca menos, incluso a sabiendas que luego tendría que corregir casi todo. Se entrevistó con ganadores del Nobel como Albert Einstein y Pearl Buck.


La etapa de edición fue de lo más sabroso. Transcribe varias de las correcciones que la editorial le pidió que hiciera, inclusive algunas ortográficas. Reconoce que exageró en algunas escenas de sexo que tuvo que modificar y hasta varió en casos la trama ante sugerencias muy razonables. Todo esto debe estar previsto para el escritor que de verdad tiene ganas de contar una historia y no meramente salirse con la suya. Lo más sabroso es cuando debió enfrentarse a la crítica de los “sabelotodos” de revistas especializadas, mismas que en general se distribuyeron en un /0% a favor con un 30% en contra. El mismo autor nos cita varias de las mismas, con nombre y apellido y las revistas correspondientes.


También estaban, lo que más le importante, algunas cartas de los lectores que lo apoyaron y otros que lo criticaron con fuerza. Se distribuyeron en un 90% a favor y un %10 en contra.


No obstante, los comentarios más contrarios vinieron de dónde menos imaginó: Suecia. De hecho en el momento en que el autor escribe este libro acerca del otro libro, todavía en la península escandinava no se publicaba “El Premio”.


Sin mayores comentarios personales cito tres textos interesantes sobre algunos tópicos que pueden interesar a los que disfrutan del arte de escribir:

   Dos métodos para escribir: pros y contras

“Hay algo que decir a favor y en contra de cada estilo. A favor de los primeros, los de “sentémonos y veamos qué sale” está la espontaneidad, que es el resultado inevitable. El escritor no se siente cohibido por un plan. Inventa conforme va escribiendo. Hay más lugar para la invención. No es probable que llegue a cansarse del trabajo que está realizando puesto que, de un día al siguiente, ignora lo que va a pasar. Todo es una sorpresa para él. En contra de esta forma de enfocar un libro tenemos que, al tratarse de un libro no planeado, al no haber meditado con cuidado en la historia, puede lanzarse de pronto en dirección equivocada, en la que adquieran excesiva importancia los caracteres y argumentos secundarios, con lo que el libro, una vez terminado carecerá del necesario equilibrio y perspectiva. Con frecuencia, este modo de enfocar un libro da como resultado una pérdida de tiempo y esfuerzo, que puede llevar a la desilusión.

Afiche de  la  Película: El Premio
            La novela planeada, o según un esquema, tiene a su favor la virtud de haber sido pensada, trabajada, disciplinada, de modo creador, en la mente y el papel del autor, que da a los personajes más importantes su pleno valor; a las historias principales y secundarias, la adecuada perspectiva y equilibrio, de modo que la novela llega a la realidad siguiendo casi exactamente el plan en que fue concebida. En contra de este método puede aducirse que el novelista que planea demasiado cuidadosamente por anticipado puede realizar su libro según un molde tan rígido que no deje lugar para que la imaginación trabaje libremente, ni para que surjan y crezcan nuevas ideas que extenderían ampliamente su narración”

Sobre el escritor y el dinero

“Nunca he comprendido esta actitud de la prensa literaria. Cualquier otra clase de artista creador, del orden que sea, puede permitirse hacer públicas sus ganancias, ya se trata de Picasso, Oliver, Stravinsky, o Nureiev, y no por eso se impugna su integridad ni se critican sus obras con prejuicios. El dinero sirve, en realidad, para demostrar su valía. Sigue siendo puro. Pero en el mundo literario, dinero equivale a corrupción. Un novelista puede actuar de modo anormal, ilegal, antisocial. Puede admitir que es homosexual, alcohólico, adicto a las drogas, presumir de amantes. Puede pegar a su esposa o a los animales. Y todo es aceptable; incluso le da personalidad, y, en cierto modo, hasta da un brillo extra a su imagen literaria. Pero el dinero… ¡oh! El dinero, no… Es la base de toda maldad, incluida la de los pérfidos críticos”

El Novelista y el Cine

“Como novelista que he tenido la buena fortuna de haber vendido los derechos cinematográficos de seis de mis once libros, tengo todas las razones para sentir afecto por el cine. Pero, no importa lo que digan los comentaristas y críticos literarios, me resulta imposible concebir la idea de que un novelista que se respete cree una novela sólo pensando en una posible venta al cine…La única preocupación del novelista ha de ser, y siempre ha sido la mía, el libro en sí, la novela, que ha de ser escrita como libro”

Cuando se le criticó acerca del origen de sus personajes, que, según algunos, podían identificarse con este o con aquel conocido personaje:

“No creé al protagonista de El Premio basándome en la figura o en la vida de Sinclair Lewis, ni de ningún otro auténtico laureado. No lo juzgué necesario. Tenía mi propia experiencia como autor; un autor que puede tomarse unas copas con una sueca. Además, todos los autores, lo mismo que la gente, tienen problemas, y algunos, incluso, vida sexual.

Quiero despedirme de su crítico y de su público, con una anécdota sobre un autor que considero por encima de todo reproche. Un día, un periodista pidió a Gustave Flaubert que identificara a la Madame Emma Bovary de la vida real. Flaubert contestó muy malhumorado: -Señor mío, ¡yo soy Madame Bovary!”








Se trata de  un libro altamente  recomendable.

miércoles, 13 de julio de 2016

FAUSTO EN EL CINE


Anfitrión: Sredni Vashtar




Comentario de cine 

de

SREDNI VASHTAR








FAUSTO  EN EL CINE



La inmortal historia de “Fausto” ha sido llevada al cine en varias ocasiones, lo que no debe sorprendernos considerando su permanente actualidad, propia de los grandes clásicos, que reflejan algún aspecto perenne del ser humano. En este post solo trataremos de 3 de ellas.



1. “Faust” de F. W. Murnau (1926).


La adaptación que hace este director alemán (sí, el mismo de “Nosferatu”) nos propone un oscuro relato con cierto cambios que, no obstante, mantiene la fuerza dramática de la obra de Goethe en la que se basa. Se centra en la primera parte de la obra (sin duda, la más popular) presentando un final inesperado cuando hace morir juntos en la hoguera a Margarita y a Fausto. En definitiva, vencen al demonio con el amor.


Lo que, personalmente, me impresiona de esta película, es la gran calidad de los efectos especiales, mismos que son un verdadero protagonista dentro de la película. La fuerza del trabajo con el blanco y negro, junto al recurso lumínico, hace de esta película una joya del expresionismo alemán.


Una mención especial merece el actor Emil Jannings en su rol de Mefistófeles que, a mi juicio, se roba la película. Como demonio, como viejo o como “cavalieri”, está magnífico en su papel.



2. “Doctor Faust” (1967) de Richard 

Burton y Nevill Coghill


Se basa en “la Trágica Historia del Doctor Fausto” de C. Marlowe, escrita en el siglo XVI, que sirvió de base para el drama de Goethe. En esta película de 1967 el ambiente se halla corrompido por la inconformidad de Fausto, quien a toda costa quiere poseer los secretos del universo. Ya la teología no significa nada para él, así que se vuelca a la hechicería guiado por brujos del oriente. En poco tiempo domina el arte y decide aceptar las consecuencias. El dramatismo está presente en todo instante y no pierde fuerza en ningún momento, sobre todo en aquella memorable escena en que Fausto es interpelado por las fuerzas antagónicas de su personalidad representados por un cráneo instándole a dejarse llevar por sus deseos, y por otro lado la imagen de un ángel, que trata de llevarlo con el lado de la santidad.


Elizbeth Taylor representa la eterna tentación de Fausto, una bella mujer que en todas sus crisis y dudas, lo termina dominando, convenciendo, seduciendo. Al final del pacto, que a los 24 años deberá cumplirse, y frente a la inminente pérdida de su alma, Mefistófeles lo apacigua con la imagen de esta mujer hermosísima. Esta misma imagen, como una súcubo, lo llevará al infierno y lo atormentará por toda la eternidad. Llama la atención que el toda la película, Taylor no pronuncia palabra alguna, lo que en su momento causó hasta cierta burla en los críticos.


3. “Fausto” Alexander Sokurov


¿Qué es lo que mueve al director ruso a plantear una vez más la imagen del corrompido sabio? ¿Es solo una película de entretenimiento o se trata de una reflexión acerca de lo humano y específicamente del humano europeo? En la película de Sokurov, Fausto es un científico, un médico que busca respuestas pero que carece de los medios para realizarla, hasta se muere de hambre. Todo esto, rodeado de grotescos personajes que representan los supuestos beneficiarios de su conocimiento ¿Serán mejores si logra encontrar lo que busca? En eso se encuentra con un prestamista, la nueva imagen del viejo demonio Mefistófeles, ahora representado por una bolsa de carne, repulsiva, amorfa, no humana, que lleva a Fausto por los caminos alternativos a su búsqueda científica, lo lleva por la corrupción, por la indiferencia hacia las consecuencias, mismas que llevarán a Margarita , única que podría haberlo salvado, hacia la desesperación y finalmente la muerte.


Logra Fausto romper con el demonio en un acto supremo de abandono, sepultando al demonio y caminando libre hacia la altura, quizá imagen de la alternativa espiritual.



Curiosidad: desde el humor en 1967, se nos presentó “Bedazzled” (acá, “Un Fausto Moderno”) donde se nos cuenta la historia de un simple cocinero que vende su alma al diablo para conseguir al amor de su vida. Se hizo un remake en el 2000 con Liz Hurley y Brendan Fraser.