lunes, 14 de septiembre de 2015

ENTREVISTA A ELWIN ÁLVAREZ


Anfitriona: Siouxie
                                                                                                                                                         
                                     LA  ENTREVISTA
                                                                                                                                                           DE  

                                                                                                                                          SIOUXIE










Con más de  100 000 visitas, el blog elcubildelciclope.blogspot.com  se  ha  ido convirtiendo poco a  poco  en un, como  diría  el autor, humilde  referente  de  la  ciencia  ficción,  terror  y fantasía  de los  lares  blogueros  que  hoy existen en la  lengua de  Cervantes  ¿Quién está detrás de las casi 300 entradas acerca de  los  temas que apasionan a sus seguidores? Quise dedicar  la entrevista de  este  mes  a  este profesor y bloguero,  quien  con su  constancia y tesón se  ha  ganado un lugar significativo en el ciberespacio.

Hoy

ELWIN ÁLVAREZ



S: ¿Qué edad tienes?
Elwin Álvarez
E:  40 años que me parecen no tener y que según mucha gente no los represento (yo, el vanidoso).


S:  ¿De qué  parte de  Chile  eres?
E: Siempre del mismo lugar: Santiago de Chile, de la gloriosa comuna de PAC, en Avenida Central N°…


S: ¿Cuáles  son tus  estudios  y tu experiencia  laboral?
E: Soy Profesor de Castellano y mi experiencia laboral por eso mismo está orientada con la educación de jóvenes y adultos, como también en la preparación de material pedagógico (pruebas, guías, PPT, etc.)


S: ¿En qué sustentas  tus  ideales (políticos, religiosos, ambientalistas  o los que  sea que  tengas?
E: A ver… Fui criado en una familia de poco compromiso y/o interés político, si bien siempre me dejaron claro de pequeño que el gobierno de Pinochet era una dictadura y por ende atentaba contra la libertad de las personas; que se cometían serios atropellos contra los ciudadanos disidentes con él, como por  ejemplo: exilio en el mejor de los casos, tortura y muerte en los peores. De estos casos, desgraciadamente, hubo cientos. Y como a ese gobierno lo apoyó un amplio sector de  la derecha  política, me considero un “simpatizante” de izquierda.  Pero la verdad no me adscribo a ningún partido, siendo que además  ni siquiera voto en las elecciones.  En el terreno religioso, mi propia familia es lo que se llama “católica a la chilena”, ya que si bien reconocen a la Santa Iglesia Católica Romana como su fe, no van a misa y apenas conocen los dogmas más sencillos de ella.  Por elección propia fui educado en colegio católico, participé de niño y hasta mis primeros años de la veintena en movimientos laicos, yendo a misa todas la semanas… Poco a  poco,  el tiempo que le dedicaba a mi comunidad religiosa lo dispuse a otros intereses; no obstante nunca he tenido una crisis religiosa y menos he dejado de sentirme parte de mi religión.  Además fue el propio catolicismo que conservo (a la chilena, je), el que desde un principio me hizo oponerme al sistema de Pinochet.  Fuera  de  los  ámbitos  descritos,  no sigo otro tipo de ideología o de credo.


S: ¿A qué  personaje  de  la  Historia  admiras? Puede  ser en cualquier  ámbito.
E: A ver…Si consideramos como “personaje de la Historia” a todo aquel del pasado y que, por supuesto, ya está muerto, te puedo mencionar sin duda a dos que me identifican mucho por la manera de cómo en su tiempo y sociedad lucharon por cumplir sus sueños, hasta que los cumplieron; no obstante estos dos corresponden a ámbitos y épocas bien diferentes entre sí.  El primero de ellos es nada menos que Cristóbal Colón, quien desde pequeño me atrajo y ya hace rato lo relaciono con mi papá, pues días antes de fallecer, sin saber cuánto me gustaba el personaje, me dijo que yo era Cristóbal Colón.  El otro es el doctor Martin Luther King, a quien conocí ya de adolescente y cuyo discurso “Tuve un sueño” vez que lo leo me emociona hasta las lágrimas; su lucha pacífica por la igualdad ciudadana en un país tan racista como lo es USA, lo ha convertido en un ejemplo real para mí, a la hora de querer dejar algo bueno en el mundo tras mi paso por él.  Existe un tercer personaje que me cautivó demasiado de joven y es Ana Frank, de quien recojo su gran capacidad para mantener las esperanzas y la alegría de vivir, aún en los casos más extremos. Considero egoísta de parte de uno quejarse tanto y hacer nada, cuando muchas veces nuestras congojas ni se comparan a lo que pasan quienes en verdad sí conocen el dolor.


S: ¿Cuáles  son tus  ámbitos de  interés? Nómbranos  algunos  autores que  te  rayen.
E: La literatura (en especial de terror, ciencia ficción y fantasía), el cine (mayormente de los mismos géneros en la narrativa), las series de TV  y  los cómics (en su mayoría de superhéroes). No puedo dejar de mencionar  mi afición  al gimnasio.  En literatura mis dos autores predilectos y a quienes les debo horas y años de entretención, emoción e inspiración son en primer lugar Stephen King y luego Orson Scott Card.  En cine, en cuanto a directores, me gustan demasiado Hayao Miyasaki (director japonés de cintas de animé y creador del famoso estudio Ghibli), Tim Burton, Steven Spielberg (¿Quién no conoce a estos dos últimos) y John Carpenter (famoso director de filmes de terror y ciencia ficción, que lamentablemente hoy en día está casi alejado del mundo del cine). En cómics el listado es muy grande, pero si debo mencionar a los que se dedican tanto a lo que es dibujo y guión, debo decir con orgullo que me fascinan (y recomiendo sus obras como las de los otros mencionados) John Byrne (lejos su ciclo sobre Superman en los ochenta, está entre lo mejor del superhéroe), Mike Mignola (el mismo creador de Hellboy) y George Pérez (de quien me encantan sus etapas a cargo de Wonder Woman y los Jóvenes Titanes); como dibujantes me encantan Berni Wrigthson (también gran ilustrador de libros de terror, amigo del propio Stephen King, para quien ha hecho el arte gráfico de varias de sus novelas) y Richard Corben (a quien conocí gracias a la clásica revista de cómics “Creepy”, lo mismo que al anterior y que destaca por su estética usando aerógrafos y que muchas veces hace uso del feísmo), mientras que entre los guionistas se encuentran Stan Lee (quien no sepa su identidad es digno del ostracismo social), Peter David, Michael Stracynski (estos dos también dedicados a la televisión y a las novelas) y Geoff Johns (hoy en día una de las cabeceras del universo DC) se han robado mi corazón.


S: Recomiéndanos  tres  libros,  tres cuentos, tres series   y tres  películas  de  cualquier  tema.
E: Ummm, la lista es larga…
    De Stephen King sin dudarlo “It”, de Orson Scott Card “El Juego de Ender” y de una dama, Marion Zimmer Bradley, lejos “Las Nieblas de Avalon”.  El de King fue lo primero que leí de él, a la tierna edad de 16 años, que pedí para una Navidad (esa misma en la que en Santiago hubo una tormenta eléctrica, con mucha lluvia y hasta granizo). Años después volví a  leerlo como adulto. La de Card también me la he repetido y su protagonista es uno de los personajes literarios que más me gustan. De la Bradley celebro su inteligencia para contar desde el punto de vista feminista y “tras las bambalinas”, el famoso ciclo artúrico, que siempre me ha cautivado tanto. 
    
Elwin junto a su sobrino Amilcar
Mis tres cuentos predilectos y que deseo compartir con ustedes son “El Gato Negro” del gran Edgar Allan Poe, que en tan pocas páginas logra provocar tantas emociones y no deja de maravillarme.  Luego le sigue “El Hombre del Bicentenario” de Isaac Asimov, historia de un robot a la cual particularmente encuentro muy emotiva.  Por último, “El Vaso de Leche” de nuestro Manuel Rojas, que corresponde a otro texto breve que me sobrecoge debido a la humanidad de sus dos personajes principales, lo mismo que por su talento para narrar con tanta poesía su relato, considerado uno de los mejores cuentos de la literatura chilena.
   
Sobre series es difícil la elección, pues muchas han logrado quedarse en mis recuerdos.   Me voy a poner algo clasicista a la hora de recomendarlas, si bien voy a hacer diferencia entre las de “imagen real” y las animadas que me gustan demasiado.  En el primer apartado debo mencionar la irreemplazable “Dimensión Desconocida”, en bellísimo blanco y negro, pues en su versión original data de nada menos que de 1959 y duró seis temporadas, con historias potentes de ciencia ficción, fantasía y terror, a cargo muchas de ellas de escritores de renombre; pese a formar parte de los primeros años de la televisión, sus episodios no han perdido vigencia y logran impactar a los espectadores del siglo XXI.  Luego en la misma década de los sesenta, mi queridísima “Star Trek” original, la cual también tuvo entre sus guionistas a gente de reconocido talento, además de poseer algunos de los personajes más icónicos en la cultura de masas, como el propio señor Spock.  Por último, ya de los noventa, otro programa de ciencia ficción que dejó su impronta para la posteridad, “Babilonia 5”, del ya mencionado Michael Stracynski y la que, aparte de poseer algunos otros memorables personajes de la TV, cuenta con un fuerte sentido religioso real (y no inventado como es costumbre en “Star Trek”) que se agradece.
   
En lo que a series de animación se refiere, no puedo dejar de mencionar “Robotech”, la que junto con “Star Trek” fue uno de los dos programas que me hicieron amar la ciencia ficción desde niño.  La he visto un montón de veces y siempre me ha parecido fresca y llena de aristas que no dejan de impresionarme.  Pensar que está compuesta por tres animés que nada tienen que ver entre sí y que el productor gringo Carl Maceck compró a Japón uniéndola y transformándolas en una sola historia épica de tres generaciones luchando contra alienígenas, es para sacarse el sombrero.  Luego debo mencionar “Samurai X”, mi animé favorito y que tal como en el caso anterior, he gozado una y otra vez; este a su vez posee una colección de personajes inolvidables, así como una de las mejores bandas sonoras que he escuchado.  Para finalizar, uno de los animés que recién vine a conocer de adulto y del cual no dejo de pensar de vez en cuando es “Blood +”, una historia de vampiros como se supone debe ser (con verdaderas criaturas de la noche y no esos fifís de los vampiros vegetarianos que brillan a la luz del día); su desenlace es a mi humilde parecer uno de los mejores que he visto (y hasta leído) en mi vida.
    
Elwin junto  a  su sobrino Bruno
En cuanto a las películas, te puedo nombrar la trilogía de “El Señor de los Anillos” de Peter Jackson, basada en la saga literaria homónima de Tolkien y que me gusta demasiado, al punto de que son mis filmes favoritos; recomiendo en todo caso ver (y tener) las versiones extendidas, que son increíbles, duran más de media hora cada una respecto a la versión vista en salas, pues en ellas se agregan escenas completas que no aparecen en las versiones para cine y hasta personajes exclusivos  (como en el caso de la tercera cuando es posible ver la muerte de Saruman y de Lengua de Serpiente, así como el hecho de conocer al retorcido Boca de Sauron).  Luego no puedo dejar de mencionar “Hijos del Hombre”, otro de mis filmes predilectos, sobre la única novela de ciencia ficción de P.D. James, autora inglesa dedicada a los policiales y que dirigió con maestría el mexicano Alfonso Cuarón: sobre su argumento, contaré que está ambientada en un futuro cercano donde la humanidad está condenada a desaparecer, debido a que ya no están naciendo bebés…Sinceramente ¡Magnífica! Por último, quiero mencionar “Milagros Inesperados”, también conocida en estos lares por su nombre real “La Milla Verde”, de un libro de Stephen King y dirigida por Frank Darabont, su segunda incursión en el universo literario de este autor; es un drama carcelario con elementos maravillosos y/o sobrenaturales, que al igual que las otras obras nombradas en este apartado, vuelvo a ver de vez en cuando, agradeciendo a Dios por contar con la magia del cine.


S: ¿Cómo fue  que  tuviste  la  idea  de un blog? ¿De quién acusas  influencia?
E: Hace más de cuatro años estaba trabajando mayoritariamente en casa, para una empresa a la que le hacía material pedagógico.  Como cumplía con mi cuota mensual en pocos días y me quedaba mucho tiempo libre, decidí hacer algo productivo aparte de lo mismo de siempre hasta aquel momento.  Dos amigos míos  semanas atrás habían comenzado el proyecto de crear sus blogs y cuyos enlaces se encuentran en esta misma página de La Quinta Anormal.  La idea me gustó demasiado y es así como hoy en día el Cubil del Cíclope forma parte esencial de mi existencia y de mi propia felicidad.  Esos amigos que me inspiraron son Miguel Acevedo de Le Dicen Poesía e Iván Piñeyro de Ioxman.  Solo lamento que el primero ya no publique con la regularidad de antes y muchas veces lo haga “reciclando” textos de otros autores (que en todo caso está en su derecho, pues el blog es suyo, solo que echo de menos la otrora constancia de su fino arte en la prosa, pues yo soy solo partidario de publicar textos de mi autoría en el Cubil) El segundo solo lo hace ahora cuando está de vacaciones (o sea,  en los meses de enero y febrero en verano).


Elwin y el escritor Roberto Ampuero
S:  ¿Qué  alegrías  y tristezas  te  ha  traído tu blog? Cuéntanos  alguna  anécdota.
E: Como alegría el hecho de “conocer” gente de otras partes del mundo, gracias a que me leen y con quienes mantengo contacto a través de la red, pues me encantan intercambiar impresiones sobre aquellas obras y autores que nos fascinan.  Así como saber que en buena parte del orbe siguen lo que hago me ha dado tantas satisfacciones, siendo que además se trata de personas inteligentes que en la vida real no me conocen.  Saber, por  otro lado, que mucha gente que sí comparte conmigo en la vida diaria ni siquiera se da tiempo para leer algo mío de vez en cuando (con puras excusas de por medio o la más absoluta indolencia), me ha hecho decepcionarme de ellos y al punto de llegar a cuestionarme su verdadero afecto por mí.   En cuanto a contar alguna  anécdota lamento decir que no tengo ninguna, pero sí quizás sea interesante para algunos saber que una de mis entradas más populares en el blog, aquella titulada como “¿Por qué necesitamos a los superhéroes’”, se originó debido a una pregunta que me hizo una querida jefa que tuve acerca de por qué un hombre adulto como yo, sentía tanto interés por los superhéroes; entonces me decidí a contestarle escribiendo ese texto….¡Y al final pese a que le conté lo que había hecho, como otros de mis conocidos, nunca leyó el texto!


S: Algún Blog que  nos  recomiendes (hasta tres)
E: Solo me referiré a algunos que de manera constante se renuevan y con textos de calidad que me hacen sentir aquello que llamo “envidia sana”, pues bien quisiera escribir tan bien como sus autores.  Aparte dejo a los ya mencionados Ioxman y Le Dicen Poesía por los motivos que ya mencioné y al blog en el cual haces de anfitriona, Siouxie, que bien debes saber lo considero junto con su página hermana Escritos al Lotijuai, como recomendables 100% y en especial por lo emergentes que me parecen ser.  Pero mejor vayamos ya a responder esta pregunta.  En primer lugar deseo mencionar a KindleGarten de Tomás Rivera, un gallego de lomo y cepa que lee como nadie he conocido y cuyas publicaciones ostentan algunos de los mejores análisis literarios que he leído en el ciberespacio; por otro lado, Tomás es una persona a la que aprecio mucho, tanto por su cultura como por su inteligencia, aunque la verdad lo que más valoro en él es su amabilidad.  Luego puedo mencionar a Léase a Plena Noche, que desde nuestro propio continente, en Colombia, se encuentra lleno de entradas dedicadas a la literatura y el cine de terror, con abundantes títulos y donde su autor Mauricio Vargas deja claro sin duda ser todo un erudito en el tema.  Y no podía faltar en esta lista un compatriota, quien en este caso corresponde a Guillermo (no conozco su apellido, pero, ojo, nada tiene que ver con cierto Guillermo conocido de hace unos años atrás), quien con su Guillermocracia aborda desde historia, cómics, películas, series de TV y otros, en un desborde constante de ideas e información, página a la cual le debo un crecimiento considerable de mis conocimientos.


S: Tu familia ¿Te  motivó  en tus  gustos? De  qué  manera,  positiva  o negativa  influyeron  en ti.
E: Como muchos de mis amigos, provengo de una familia de origen humilde y en la cual soy el primer miembro en tener una carrera universitaria.  Mi papás, como muchos buenos ejemplos de ellos, siempre quisieron que sus hijos los superaran, dándole lo mejor que ellos podían e incluso más.  En mi caso fui el único de sus hijos en tener “inquietudes intelectuales”.  Mi papá falleció hace rato, no obstante tuvo el gusto de ver cómo me recibía de profesor; tanto a él como a mi mamá he tratado de hacerlos sentirse orgullosos por quien soy, sin embargo, si bien ambos nunca me negaron todo aquello que podía serme útil para crecer y ser alguien pleno, por razones obvias (su educación) no me estimularon directamente en mis intereses.  Aprendí a amar a mis historias y a sus personajes, porque en parte yo mismo me di cuenta a muy corta edad del poder que tiene un buen relato y de la magia de las palabras, por lo que aproveché todo lo que tuve a mano para ahondar en ello; por eso ya cuando mi pasión por todo esto se hizo algo en verdad significativo, les pedía que me regalaran libros para mi cumple y en Navidad, y me gastaba casi todo la plata que me daban en adquirir otros, ir al cine y arrendar películas.  Debido a todo esto, tengo motivos de sobra para agradecerles la oportunidad de llegar a convertirme en quien soy.


S: ¿Cómo  ves  la  actualidad nacional  en los  temas  que  te  apasionan?
Elwin como profesor junto a  Blanquita
E: ¡Ay, Siouxie, qué preguntona eres! Hoy en día gracias a los avances tecnológicos, en especial Internet y, por qué no, la publicidad, nos encontramos en eso que llaman la Aldea Global.    Debido a todo esto, uno puedo acceder a un montón de material e información sobre los temas que lo apasionan y por mi parte he sabido cómo sacarle provecho a ello.  Puedo decir entonces que me alegra ser un ciudadano de esta época y de este país, de modo que ya no hay sequía de todo lo que me gusta como antes en el país.


S: Supimos  que  hace  poco estuviste  de  verdad  muy  enfermo ¿No puedes hablar al respecto?
E: Claro, aunque seré breve. Pasé casi las dos semanas de vacaciones de invierno en un tipo de lugar que ni pensaba visitar, una clínica.  Allí llegué en calidad de urgencia, luego que mi doctora vio el resultado de los exámenes que hace rato me había mandado a hacer y que de puro tonto no me hice a tiempo.  Estaba muy deshidratado y con unos niveles de potasio que muchas personas no habían resistido, bajé mucho de peso y perdí buena parte de la musculatura que orgullosamente había ganado con tanto tiempo dedicado al gimnasio; algunos médicos dijeron que era casi milagroso que no me haya dado un infarto o algo así…Yo quiero creer que lo que me salvó fue la Divina Providencia, a la par de la vida sana que he llevado de deporte, sin fumar, ni beber.  Hoy miro hacia atrás y me cuesta creer que estuve al borde de la muerte, pues en todo caso nunca perdí la conciencia.  ¡Lo que es la fuerza de voluntad!…Cuando me llevé la sorpresa de que debía quedarme allá, me hice varias promesas y la principal fue que saldría   adelante y para nada me iba a deprimir; quería estar sano para estar con mis dos sobrinitos regalones, Amilcar y Brunito, y devolverle a mi mamá y al resto de los que se preocuparon por mí (entre familiares y amigos) sus cuidados y amor.  Mi santa madre fue mi mayor ángel guardián esos días.  No puedo dejar de agradecerle a Dios tantas bendiciones y en especial contar con ella.  Tras mi periodo en la clínica, tuve 4 semanas de licencia médica las que me sirvieron para terminar de sanar físicamente, pero en especial sentirme a mi gusto en casa, recuperar poco a poco la paz que había perdido y las dichas sencillas que Dios me ha permitido conocer. Hay muchas cosas que en su momento contaré, cuando llegue a hablar de todo esto en mi propio blog, justo cuando ya se acerca mi entrada número 300.


S: Tus  amigos  hablan  siempre  muy bien  de  ti ¿algunos  a  quienes  quieras  nombrar  o saludar?
E: ¡Y pobres si hablan mal de mí! ¡Que así los pille Nyarlathothep! Pues quiero saludar en especial a todos aquellos que estuvieron conmigo esos “aciagos” días en la clínica y que luego me acompañaron en el periodo de mi convalecencia.  Los voy a nombrar a todos: Cecilia, mi comadre Monka, Miguelito, María José y Mauricio, la Niña Mary e Iván, Juliana, Carolina, Paola, Luciano, Moncho, Berni, Marcelo Brito y Rosita.  Todos ellos fueron esenciales con sus buenas vibras y oraciones, para que hoy en día pueda decir dichoso “Estoy bien y gracias”. 


S: Algún mensaje  final.

E: Hasta la próxima, que la entrevista ha salido larga  je, je… ¡Ah! Y de antemano están invitados a visitar, comentar y seguir el Cubil del Cíclope. 



viernes, 4 de septiembre de 2015

EL ESCORPIÓN Y LA RATA

Anfitrión:Doctor Mortis




                                  La Selección
             
                                   del
             
            Siniestro Doctor Mortis







Yo, Mortis, traigo para ustedes  un relato original de  un colaborador de esta sección.
¿Qué  culturas  extrañas y hasta humosas se  esconden  en las  grietas  y recovecos del sinuoso río Mapocho? ¿Qué  palabras  pueden sustentar tanta oscura fidelidad, tanta esperanza enferma? Espero el siguiente relato sea de su agrado.

EL ESCORPIÓN  Y  LA  RATA


            1
             Hace tiempo, cuando era un sabelotodo universitario, me decidí hacer para mi clase de sociología, un estudio sobre los extraños mensajes que se pueden notar en los diques del río Mapocho, a la altura de la Quinta Normal. Extraño tema sin duda, más aún, ya que al parecer yo era el único que los había notado. Mis compañeros y profesores jamás habían reparado en ellos. Por un lado me pareció muy conveniente, pues tenía la ocasión de averiguar sobre un tema del que nadie había tratado. Tenía delante de mí la oportunidad de hacer historia ya desde estudiante. Pero también  me asustaba acercarme a lo desconocido. Luego de algunas dilaciones, pretextos y falsas responsabilidades, mi ambición pudo más y me lancé a esta búsqueda de aquellos verdaderos “misterios urbanos”.
           
            Cada cultura, cada población tiene sus propios mitología. Esto constituye una constante en la naturaleza humana al momento de dar explicaciones a fenómenos que no tenemos ni más ni menos ganas de averiguar. No pocas veces, el “monstruo” legendario con el que nos topamos no pasa de ser la locura de un borracho aumentada por la aburrida imaginación de los lugareños, o con la espantosa realidad de muertes y venganzas, que es necesario dar una motivación sobrenatural para no aceptar que todo el despliegue de terror y demencia, tiene exclusivamente su origen en la naturaleza humana.  Lo que por mi parte encontré buscando en el río no fue peor, pero sí muy perturbador.

            Los mensajes a los que me refiero eran raras rúbricas que fueron evolucionando al paso de los años. Desde muy niño, cada vez que visitaba a una querida y gentil tía, la movilización se daba un amplio recorrido junto al Mapocho. Me percaté cómo los colores de las leyendas cambiaban. Las letras se distinguían, los materiales, incluso, me daba cuenta, no eran los mismos. Avanzaban en calidad según mejoraba las posibilidades del mismo mercado donde, sin duda, se conseguían los insumos para escribirlos. En efecto, al principio eran simples símbolos, muy grandes, pintados seguramente con cal. Luego se hicieron más específicos, representando formas de animales. Cambió el material, al óleo, sin duda, porque la pintura resistía la lluvia y a veces hasta las subidas del río santiaguino. Ahora son claros graffiti, con inscripciones y acertijos de hermético significado. Si el artista no era el mismo, sí lo era el contenido. Por ejemplo, cuando apenas tenía doce años, la inscripción que más me estremeció fue:

“Beberemos de sus lágrimas
Lavaremos nuestras alas con su sangre.
Coman y beban
Que mañana los haremos morir”.
           
Entonces nadie me supo dar una respuesta satisfactoria, o por lo menos seria.

Recuerdo lo que dijo mi abuela:
- No se preocupe por eso, m’hijito, si son los comunistas.
Mi madre, también consultada, se fijó también en algún momento de su juventud ya que no pudo más que decirme:
- Son los coléricos.
            Algunos que he consultado estos últimos días, con la misma indiferencia, han  llegado a  decir:
            - Pero si son los de “La Garra Blanca” haciéndose los agresivos con “Los de Abajo”.

            En fin, me las arreglé para encontrar el origen de los mensajes. Pasé tres noches muy complicadas, haciéndole el quite a los vendedores de droga, a los travestis y a los asaltantes, hasta que pude hallar una verdadera pesadilla hecha realidad. Una cultura dentro de la que no tenía lugar, por supuesto, pero con la que pude comunicarme, que compartieran su historia. Luego, se perdieron para siempre en la oscuridad insistente de los puentes y los diques del Mapocho.


2
            ¿Cómo los conocí? Puedo asegurarles que no fui yo, más bien ellos quienes me encontraron. Y ellos accedieron a darse a conocer. Entienden demasiado bien el río como para ser vistos, olidos, o siquiera presentidos.

            Recuerdo muy bien que fue, como ya he dicho, la tercera noche de mi búsqueda. Estaba de pie mirando una de las inscripciones, fumando mi cuarto cigarrillo, como a eso de las tres de la mañana, cuando uno de ellos, muy pequeño,  se me acercó sin que lo pudiera en lo más mínimo escuchar.

            - ¿Eres tú “él”?- me preguntó erguido, sin miedo, con una mirada tan sencilla como pertinaz. No podría describirlo, apenas como de ocho años, muy delgado, y totalmente cubierto de barro seco.  Dado mi silencio volvió a preguntarme - ¿Eres tú “él”?
            - Me temo que no-respondí sinceramente.
            - Entonces ¿qué haces aquí?
            - Trato de averiguar quién ha hecho estas inscripciones y qué significan.

            El niño me miró con algo semejante a la mezcla que podría resultar entre pena y desprecio.

            - Tienes razón, no eres él. De serlo sabrías perfectamente de qué se trata.

            De inmediato me sorprendió el exacto lenguaje del chico

            - ¿Tú sabes lo que estos dichos quieren decir?
            - ¡Por supuesto que lo sé! Yo mismo ayudé a escribirlos. Todos aquí sabemos su oculto mensaje. Desde chicos que el Hermano nos enseña. Nos dice que debemos ser mejores que los de la ciudad. Como hijos del río debemos ser más que ustedes.  – Hizo una pausa y se me quedó mirando con más detención- Pero parece que tú eres diferente a los hijos de la ciudad. Has sabido ver. Tal vez sea mejor que te lleve con el Hermano. No temas. Él responderá tus preguntas.

            La autoridad con la que  habló el chico me hizo seguirlo sin el menor titubeo.
           
            Caminamos por varios minutos por la cuenca del Mapocho. Es increíble la cantidad de sitios extraños que uno puede encontrar justo ahí, al lado mismo de tu casa. Es sorprendente que verdaderas culturas, con una complejidad insospechada puedan formarse en la precariedad de esas condiciones. Sin ir más lejos, cuando ya nos quedaba poco para llegar, según me lo hizo saber Juan, que así se llamaba mi guía, pude ver unas fogatas que recorrían por casi medio kilómetro la orilla norte del río.
           
            - ¿Qué es eso, Juan? –le pregunté.
            - No te acerques a ellos. Ni ahora ni nunca. Son los parásitos, lo último de tu raza, hijo de la ciudad. Se han formado de la más baja especie. No tienen nombres, ni líder, ni sentido. Sólo comen y duermen.  Hace tiempo que dejaron de ser incluso humanos. No te acerques nunca a ellos. Ni siquiera los mires.
           
            Y así lo hice.
           
            Por fortuna para mis cansados pies y mi inadaptado cuerpo, llegamos a la,  digamos, aldea de Juan. Allí fue recibido con mucha frialdad. Eran niños de diversas edades, de diversos aspectos y con una mirada tan insolentemente superior como la de mi guía. Era una organización a la orilla del río, cualquiera, de lejos, los  habría confundido con niños exploradores de campamento.
           
            No pude ingresar al grupo. Juan me dejó, diríamos, afuera, mientras se comunicaba con el Hermano.  Al cabo de unos minutos me hizo señales para que me acercara. Se encendió una fogata, se pusieron alrededor de ella, me invitaron, a sentarme con ellos. El jefe del grupo no  era más que otro chiquillo como de trece años. Se sentó  sobre un cajón de tomates desde donde me habló:
           
            - Juan dice que tú sabes ver ¿Qué quieres?
            - Deseo conocer el significado de las inscripciones que hay en los diques del Mapocho.
            -Te refieres al río. Más respeto cuando hablas de padre de alguien.
           
            Todos murmuraron, pero ante los gestos del líder, guardaron silencio.
           
            - Sólo porque has visto has creído en nosotros. Dijiste “hay sombra en torno a la luz, debe haber un cuerpo que la resista”. Y olvidándote de la luz, buscaste en la sombra. Y allí, precisamente nos hallaste.  ¿Quieres saber? Yo te contaré. No temo decirte, pues nadie podrá escuchar, excepto quien nos busque. Y nadie nos verá, excepto quien sepa ver.


3
           
            Los niños se prepararon para escuchar. Yo también. Y la verdad es que lo que me contaron los niños fue muy, muy extraño. Trataré de reproducirlo como ellos mismos me lo hicieron saber y también de cómo me lo hicieron sentir. Desde ya les aseguro que han dejado una increíble huella en mi corazón.

- “Cuando lo que tú llamas Mapocho era sólo un río, cuando era libre, nosotros, los antiguos, vivíamos de su bondad y la de la ciudad y sus hijos. Todo lo que para ellos era desperdicio, para nosotros era alimento, rica comida. Las lluvias nunca nos mojaron, el río nunca nos llevó, el calor nunca nos secó. Éramos amigos de todos, porque habíamos renunciado a la ciudad. Estábamos solos, porque la soledad era nuestra fuerza. Nuestra fortaleza era que no teníamos ninguno de los vicios, ni oficios ni beneficios de la ciudad. Éramos solamente el río y nosotros.          Nosotros salimos del río, desde siempre el río estuvo aquí, así que desde siempre nos hemos visto aquí. Teníamos lo que necesitábamos. El río nos lo daba. El río era nuestro amoroso padre.

Pero un día el río cambió, la ciudad cambió. El cielo cambió. El aire cambió y, por desgracia, nosotros también cambiamos, aunque no queríamos cambiar. El río se hizo negro. La ciudad atrapó al río en una casa de piedra. Nosotros tratamos de luchar, de liberar al  río, muchos hombres de la ciudad murieron; hoy día están olvidados, todos están olvidados. Y nosotros los recordaremos con burla y con risas, porque fue en esa lucha cuando conocidos la potencia de nuestras manos. Trataron de cazarnos, como si fuéramos animales, como al perro, o al pájaro. El río nos escondía en sus oscuras aguas, así huimos, y así sobrevivimos.
           
            No obstante, ya no traía alimento el río. Como la ciudad no pudo atraparnos, hicieron la guerra directamente contra nuestro padre. Sus aguas, antes sanadoras, ahora enfermaban, muchos murieron. El río enfermó, nosotros enfermamos. La ciudad parecía haber ganado. Muchos tuvimos que salir del río y aparecer en la ciudad; algunos nunca volvieron, fueron convencidos por la muerte. Les nubló la razón la terquedad de la piedra que envuelve toda la ciudad. La ciudad está muerta y no lo sabe. Algunos fueron apresados, fueron llevados a escuelas, a cárceles, a hospitales, lugares tristes de obediencia, lugares sin voz, sin luz. Nunca más se supo de ellos.
           
            Las lluvias y el calor empezaron a vencernos.  No contábamos con la protección del río. El río estaba muerto, vivo, pero muerto. No podíamos ya confiar en el río. Quedábamos pocos, no más de cien, nosotros que llegamos a quinientos, ahora apenas podíamos abrigarnos, no podíamos reconocernos.
           
            Moríamos, y nadie tomaba nuestro lugar. Las orillas estaban vacías, el canto ya no subía hasta la madre luna. Deseábamos volver a nuestro primer hogar. Pero madre luna ya estaba lejos, muy lejos. El padre río estaba muerto. Y nosotros también moríamos. La ciudad nos llamaba con sus ruidosas canciones, no embrujaba con sus luces muertas, nos obligaba a acercarnos cada día un poco más, porque el hambre y el frío eran mucho, y. nosotros ya no éramos muchos. Nos quedábamos mudos, mirándonos unos a otros; algunos lloraban, otros se dormían porque no querían oír. Otros pensábamos ¿qué sucederá? Era muy difícil, muy doloroso ¿Habría  ganado la  ciudad?
           
            Entonces llegó él.


4
           
            Apareció cuando la lluvia nos tenía al borde de la extinción. Ese año fue especialmente cruel. El río, sin embargo, parecía revivir a momentos. Y estábamos siempre allí, esperando a ver si lograba deshacerse de la peste que la ciudad le había contagiado. Sin embargo, la cárcel era eficaz, la piedra era demasiado dura, insensible. No había manera de curarlo o de liberarlo.
           
            Él nos enseñó cómo vivir. No era de nosotros, pero vino a nosotros. Salió de la ciudad, pero no era de la ciudad. Traía el conocimiento de la ciudad y lo compartió con nosotros. No tuvimos que huir, ni traicionar al río. ¡Ah, cuánta fuerza había en su palabra! ¡Cuánta decisión en sus acciones! Él nos dijo que no debíamos caer en la tristeza, que nuestro destino era seguir el infinito cauce del río. Nos abrió nuevas rutas sin apartarnos de nuestra tradición. Fue capaz de hacer que tomáramos lo nuestro y lo lleváramos a otros lados.

Sus ojos tenían el brillo de una sensatez demasiado loca para ser descubierta; tenía una mirada profunda, irresistible, totalmente lúcida. Ese brillo nos convenció y decidimos escucharlo. Y al escucharlo, aprendimos de él muchas cosas. Sus palabras nos recordaron al antiguo río, cuando éste fluía libre, fuerte, sano, transparente hacia el más allá de las montañas. Él nos habló de poder. De un poder novedoso, importante, más resistente que el de las armas; uno que se asienta en la ignorancia de la ciudad y de sus hijos. Nos enseñó a ser invisibles, a estar ahí sin ser notados. A ser parte de todo, y tan del todo, que nadie puede recordarnos exactamente. Estábamos en la lluvia, y no éramos lluvia; aparecimos en el parque, pero no éramos el parque; podíamos entrar en las casas, pero no éramos las casas. Podíamos estar en todos lados, pero no éramos del todo. Porque nuestra miseria nos expulsaba de la memoria, nos anulaba de los ojos, oídos y manos de la ciudad. Allí estábamos, comiendo su basura, oliendo su suciedad, devorando a sus animales. Nosotros estábamos allí, sin ser de allí.
           
            Él nos dijo que la ciudad estaba condenada a desaparecer. Tarde o temprano se terminaría absorbiendo a sí misma, anulando a sí misma. Y ya que nosotros no éramos de la ciudad, sobreviviríamos a todo el horror de su propia destrucción. Nos advirtió que muchos de nosotros tal vez moriríamos en semejante cataclismo, no obstante, la mayoría, y otros más, tomaríamos nuestro lugar en la tierra como hijos del río. Porque el río siempre triunfaría. Aunque ahora no brille, no cante, no sueñe.
           
            Él nos enseñó una canción. Debíamos enseñarla a los nuevos, porque no teníamos más fuerza que ser capaces de dar a otros lo que teníamos. Una canción llena de una sombría verdad. Cuando la cantamos un fuego repleto de infinito remece el sérico fondo de nuestro espíritu. Ahora la compartiremos contigo.
           
            Y por primera vez, alguien que no era hijo del río escuchó el himno de esta cultura misteriosa y escondida:


“En medio de la tiniebla
Caminando sobre el agua,
En el instante  preciso
Que se  besan noche y alba
Despiertan los vivos ojos
Allí se encuentran de nuevo
Luz y sombra, cara a cara,
Allí despiertan de nuevo
El escorpión y la rata.
No temas a los rincones
Que los vence tu palabra;
No temas a su reflejo
Tu sombra los desbarata.
Tus manos tienen la fuerza,
El filo de gruesa de espada;
Tus ojos tienen la ira
Del escorpión y la rata.
De nosotros, nunca supo
La ciudad que se arrebata;
Pues nosotros no bebimos
De sus lágrimas amargas;
La ciudad no nos asusta,
Su veneno ya no mata;
Tenemos la fortaleza
Del escorpión y la rata.
¡Ven, ciudad, porque tu sangre
Limpia nuestras nobles alas!
¡Ven, porque tu justo llanto
Nuestra justa sed apaga!
Hemos vencido en la lucha,
No hemos perdido la calma;
Hemos seguido el ejemplo
Del escorpión y la rata

Todos callaron. Una tristeza valerosa surgía de ese acto de soberbia infinita sobre un enemigo aparente mucho más fuerte.
            
             El Hermano prosiguió con su relato:

-Entonces él partió. Dijo que algún regresaría, antes de la muerte de la ciudad. Por eso cuando Juan te vio interesado en nuestros mensajes, pensó que eras él. Sabemos que nos vigila, que nos prueba. Los mensajes son una forma para hacerle ver que sus enseñanzas están profundamente arraigadas en nuestro corazón. Y que no hemos perdido absolutamente nada de la fuerza que alguna vez nos transmitió. Por eso conservamos sus palabras, su forma de hablar, la oscuridad de sus relatos en nuestros oídos llenos de ansiosa necesidad.
           
            Luego se despidieron de mí, Juan me llevó de nuevo al lugar donde lo encontré. No aceptó ni dinero ni comida, sólo las gracias.
           
            Está claro que nunca más supe de ellos. Yo mismo a nadie le he hablado de esto, y por cierto, no presenté el trabajo en la universidad. 
           

            Por ahora su amargura tan arraigada pelea siempre con mi mediocridad burguesa. Ellos, allí, se han ganado un lugar gracias a una esperanza tan imposible como la que puede despertar cualquier religión. Pero tienen una profecía, una palabra que les fue dicha y que ellos han creído. No sé hace cuánto tiempo él vino a ellos, pero creo que las generaciones que se han sucedido van más allá de las que me atrevo a imaginar. Lo único que tengo claro es que estoy perdido en una ciudad cuya destrucción está vaticinada, y cuya naturaleza es esencialmente perversa. Han pasado algunos años y no tengo mayores claridades. Sólo sé… que los mensajes, siguen ahí.